Casi me rindo en Francia

¿Sabes lo que es correr una maratón con el suelo echando fuego? Yo sí.

Fue en Vichy, en el verano de 2019, con 40 grados a la sombra. Suspendieron un montón de eventos deportivos ese año, pero el Ironman Vichy siguió en pie. Y allí nos plantamos María, Leo y un servidor.

Había mirado el circuito en mapas y leído comentarios de otros participantes. Los que vivían por la allí, avisaban que era más duro de lo que ponía sobre el papel. Yo pensaba que exageraban. Me equivoqué.

La bici tenía 700 metros más de desnivel del que marcaba la guía. El calor era insoportable y la maratón… un infierno. Veía gente desplomarse delante de mí. Había tramos en los que se veía borroso el suelo por el calor que desprendía.

Después de los primeros 10 kilómetros, dejé de pensar en la meta. Era demasiado. Me centré en llegar al siguiente avituallamiento. Pensar en la próxima zancada. Solo eso: un paso más.

Todavía no entiendo cómo, pero lo conseguí. En algo más de 12 horas, crucé la meta. Mi segundo Ironman completado.

Ese día es mi referencia cuando la vida se pone cuesta arriba. Lo que viví en Vichy hace que cualquier problema diario parezca pequeño. Ese sufrimiento me hizo más fuerte es mi anclaje comparativo para relativizar otras carreras o ciertas situaciones de mi vida.

La incomodidad no es el enemigo. Es el maestro.